Somos protagonistas de una auténtica revolución económica. Este mundo nuevo se caracteriza por dinámicas como la globalización, la liberalización sectorial, la competitividad e hipersegmentación de los mercados… Sin embargo, paradójicamente, lo intangible gana protagonismo y la persona se resitúa en el centro de las grandes dinámicas: en un entorno en el que nada es permanente, la capacidad del ser humano para adaptarse, innovar y emprender se muestran como las únicas respuestas eficaces. No obstante, corremos el riesgo de aproximaciones simplistas a la cultura del emprendimiento, que refuerzan el individualismo y exacerban la toma excesiva y apresurada de riesgos, elementos que en parte evocan las causas últimas de la actual crisis económica. Ello hace que resulte necesario reenfocar el proceso de búsqueda de oportunidades de negocio y los procesos de apoyo a los emprendedores, colocando en el centro del debate aspectos como la cultura, la educación y la ética. La Palma, necesitada como está de nuevos proyectos que se adapten a las nuevas claves competitivas, parece el escenario ideal para abordar este debate.
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